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La ética de lo vital
Dice Héctor Gros Espiell (embajador de Uruguay delegado permanente ante la Unesco, miembro de l’Institut de Droit Internacional y representante de Uruguay en el Comité Intergubernamental de Bioética de la Unesco) que la bioética es “la ética de lo vital”. Que no es simplemente una técnica o una rama de la ciencia médica ni de su práctica; ni tampoco es exclusivamente un proceso de investigación en torno a las ciencias de la vida. Por lo tanto –asegura–, lo social es parte de su necesario contenido. “Una bioética que no tenga en cuenta las grandes cuestiones económicas y sociales –la pobreza, el trabajo, la alimentación, el agua, la atención médica, la asistencia social, el acceso a los medicamentos y los temas del medio ambiente y de la biodiversidad– no es una bioética admisible. Es sólo una técnica de una seudo elite científica, inhumana y antisocial, y por ello obsoleta y superada”.
Por eso, lo que en general proponen los expertos que escriben sobre bioética en este número (además de Gross Espiell, Volnei Garrafa, Andrés Peralta y Miguel Suazo) es el surgimiento de una nueva bioética que trabaje con los “macro-problemas” bioéticos detectados cotidianamente en las naciones periféricas del mundo, especialmente en las de América Latina. Más allá de los cuatro principios tradicionales –autonomía, beneficencia, no-maleficencia y justicia–, esta bioética –subraya Garrafa– necesita trabajar con herramientas teóricas y metodológicas adicionales y más adecuadas. “El recorrido futuro de los investigadores de la bioética latinoamericana, comprometidos con la región y con sus pueblos, entonces, se dirige epistemológica y conceptualmente al rechazo de la importación acrítica y descontextualizada de paquetes éticos foráneos”, enfatiza en su artículo titulado “Una nueva bioética para América Latina y el Caribe”.
Todas estas ideas fueron debatidas en el Seminario Internacional Hacia Una Convención Subregional de Bioética, celebrado en marzo bajo los auspicios de la Unesco y Funglode. De esta reunión salió la Declaración de Santo Domingo sobre Bioética y Derechos Humanos, de la cual escogemos una idea: que es impostergable la necesidad de que los Estados de la región avancen hacia la elaboración de instrumentos de carácter regional y local, adecuados para la difusión, aplicación e intercambio de experiencias aplicables específicamente a América Latina y el Caribe, en materia de bioética, ética de la salud y medio ambiente. Y nosotros añadimos: que esto se haga teniendo en cuenta, necesariamente, todas esas cuestiones que Garrafa cita (la pobreza, el trabajo, la alimentación, el agua, la atención médica, la asistencia social, el acceso a los medicamentos y los temas del medio ambiente y de la biodiversidad) y, sobre todo, pensando en “lo vital” de los más desprotegidos.
Carlos Dore Cabral